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Capítulo 266
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Capítulo 266

Amelia se quedó petrificada, al darse cuenta intentó empujarlo, pero apenas sus palmas tocaron su pecho, él las atrapó con firmeza.

Luchando con todas sus fuerzas ella trataba de liberarse mientras las lágrimas calan sin control, pero Dorian la abrazaba más fuerte y sus besos se volvian más y más intensos.

Los intentos de Amelia por resistirse se desvanecian bajo la presión de sus besos, que poco a poco se tornaban en un desafio, sus manos agarraban la camisa de Dorian sin importar nada, luchando por el control.

Su resistencia despertaba la bestia interior de Dorian.

Cuando ella intentó levantarse para dominar la situación, él hundió la mano en su cabello sujetándola firmemente, y con un movimiento profundo de sus labios, la giró aprisionándola contra el sofá.

La lucha descontrolada se convirtió en un incenvoraz.

El fuego se extendió del sofá al dormitorio.

Ambos tenían rabia y resentimiento acumulados, el enredo de sus cuerpos se convirtió en la válvula de escape perfecta para sus emociones.

Los dos estaban cegados por la ferocidad, pero poco a poco se calmaban en la intensidad de esa íntima batalla.

Y entonces, todos sus movimientos se detuvieron.

Dorian seguía abrazándola, con la cabeza de Amelia escondida en su cuello, ninguno de los dos podía ver la cara del otro.

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La piel pegajosa se mezclaba con el sudor.

Al recuperar la razón, la incomodidad se apoderó de nuevo de ellos.

Amelia dudosa, empujó un poco a Dorian, sin saber cómo enfrentarse a él.

Él no se movió, sino que la abrazó más fuerte.

Ella no tuvo otra opción que quedarse quieta, apoyada en su cuello.

Tras un rato, Dorian finalmente la soltó.

Se levantó para traerle agua y limpiarla.

Amelia, envuelta en una sábana, no se atrevía a mirarlo.

“Yo puedo hacerlo”, murmuró en voz baja, “puedes salir”.

Dorian la miró y asintió suavemente: “Te espero afuera”.

Cerró la puerta del dormitoy salió.

El salón estaba hecho un desastre.

El sofá estaba todo arrugado.

La ropa de ambos estaba esparcida por el suelo.

Dorian llamó para que le trajeran un camde ropa.

La ropa llegó rápidamente.

Él tocó la puerta: “He pedido que te traigan ropa”.

“Ponla en la puerta del baño”, respondió la vacilante voz de Amelia desde dentro.

Dorian abrió la puerta y dejó la ropa en la entrada del baño.

“Dejé la ropa aqui”, dijo hacia la puerta cerrada.

“Está bien”, respondió ella en un murmullo.

Dorian se volvió hacia ella.

Amelia se sintió aún más incómoda, sus ojos evitaban el sofá y a Dorian.

Despues de que el alisara la última arruga del sofá, que Amelia seguía parada sin saber qué hacer y se levantó para servirle. un vaso de agua, ofreciéndoselo.

Toma un poco de agua”, sugirió.

Ella asintió y tomó el vaso.

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La actividad reciente la habia dejado deshidratada y rápidamente vació el vaso.

El tomó el vaso vacío.

“¿Quieres más?”, preguntó.

Amelia negó con la cabeza: “Estoy bien así”.

Dorian asintió, dejó el vaso en su lugar y la miró: “Necesitamos hablar”.

Su cuerpo ya no tenía la tensión de antes, había desaparecido la hostilidad del restaurante.

Amelia asintió con duda y miró hacia el sofá. Recordando el descontrol y el desorden, no tenía el coraje de sentarse allí.

Se sentó frente a la mesa del comedor.

Dorian la observó y luego tomó asiento frente a ella.

“¿No te parece que elegir este lugar es como si estuviéramos en una negociación?”, comentó él.

“Bueno, es mejor que el sofá”, murmuró con voz apenas audible, sin querer enfrentarse a ese tema.

En los ojos oscuros de Dorian se vislumbró una sonrisa.

Amelia alzó la mirada, notando un toque de burla que le provocó un pequeño puchero de disgusto.

“Vamos, dlo que tienes que decir,” exclamó con una voz que, sin quererlo, se tornó más suave y melódica.