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¿Tuvimos un hijo

Capítulo 277
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Capítulo 277

Elías frunció sus cejas y su mirada se volvió muy gelida, como si quisiera cubrir su corazón con una

capa de hielo. Al verlo así, Anastasia se petrificó y sintió que sus piernas se ponían débiles. Si debia

irse o no era la pregunta del millón en su cabeza en ese momento, mientras ella seguía parada ahi,

incómoda y con su cuerpo tenso, aunque él ya se estaba acercando. Su ira parecia que había

menguado y su mirada cambió a una brillante y cálida.

–¿Te asuste? – habló después de respirar profundamente.

-¿Quien hizo que te enojaras tanto? -preguntó ella con curiosidad.

– Alguien insignificante. —Elías negó con la cabeza pues, no estaba dispuesto a seguir con ese tema.

«Pero cómo alguien insignificante lo haría enojar así? iDebe de ser alguien importante para él!» pensó

Anastasia mientras lo observaba retirarse con algo de pena. Aprovechó para decir:

-Gracias por preparar el vestido y el esmoquin para nosotros.

-¿Ya los escogiste? —preguntó y volteó a verla mientras bajaba las escaleras.

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-¡Ah!

De repente, por alguna razón desconocida, ella se resbaló en el piso, cuya superficie era lisa y pareja.

Trató de agarrar el barandal, pero él la tomó en sus brazos y la condujo a un abrazo.

– Ten cuidado. Tal vez el suelo siga mojado de la brisa nocturna.

En ese momento, ella se dio cuenta de que tenía sus brazos rodeando la firme cintura de Elías con

fuerza. Se apuró a retirarlos, pero las grandes manos de él tomaron las suyas de inmediato y la guio

hacia el piso de abajo. Esto la hizo sentir como una niña que ni podia caminar bien por su

ta el segundo piso, en donde se encontraron con un empleado, a lo que ella se soltó en ese mismo

instante.

– Podríamos ir al lugar de la fiesta temprano para divertirnos un poco.

-Claro -accedió ella, asintiendo. -Aunque será mejor que termines lo que tengas que hacer

primero.

-Helen también estará ahí. Si no quieres verla, puedo acomodar una habitación privada para ti y

Alejandro -dijo Elías de repente. Mientras hablaba, mantuvo enfocada su mirada sobre ella.

– No será necesario.

Anastasia sintió que su ojo temblo un poco, aunque, de hecho, esto no la sorprendió en lo absoluto.

Sabía lo que Helen estaba pensando y que esa mujer no desaprovecharía esta oportunidad. Pese a

esto, ella no estaba resentida por eso, por lo que no le dio importancia, pero cuando se giró para

contestar, su acción fue tan fuerte que pareció que le había causado celos.

Mientras tanto, Helen estaba revisando un álbum de vestidos de alta costura en la ciudad para

encontrar el indicado. Cada vestido en la colección estaba hecho a mano y era personalizado. Al final,

encontró uno que prefirió sobre los demás. Miró el precio, que estaba en unos 3,200,000 y, con un

tono despreocupado, pero intencional, dijo:

-Me llevaré este.

Después de pagar por el vestido, se miró en el espejo. Era deslumbrante y su cuerpo lucía perfecto y

con una buena figura, pero no estaba satisfecha con su rostro. Siempre había tenido una apariencia

tosca y su cara no era lo suficiente femenina en comparación con Anastasia, quien tenía una

apariencia pura y un rostro redondo. Helen siempre consideró la cirugía plástica y, en ese instante, se

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decidió de una vez por todas: después del banquete de esa noche, haría algo respecto a su rostro.

«¿Por qué Anastasia tenía la atención de Elías? Debe ser porque es lo suficiente hermosa como para

cautivarlo».

Anastasia y Alejandro llegaron al lugar de la fiesta alrededor de las tres de la tarde, mucho antes de

que comenzara. El recinto era un chalé lujoso escondido dentro de la ciudad. Tenía su propia piscina y

vastos jardines que robaban en aliento. El chalé solo aceptaba invitados de élite y tenía un sistema de

seguridad de última generación, lo que lo hacía ideal para acoger tales eventos de los ricos. Lo que se

gastaba en total en ese recinto cada año se calculaba en decenas de millones.

Ese sitio excepcional ya estaba reservado para el gran banquete de cumpleaños de la señora

Palomares y había dejado de aceptar invitados hace una semana por lo mismo; sin embargo, cuando

Anastasia y los demás llegaron, aún no se presentaban todos los invitados.

El recinto estaba callado y tranquilo, por lo que Anastasia y Alejandro pudieron pasearse sin

problemas, ya que tampoco se habían cambiado todavía al vestido y esmoquin. Cada complejo era

personalizado y tenía algo único. Elías, por su parte, se alejó de inmediato para encargarse de unos

asuntos respecto a la fiesta, dejando a los otros dos solos.

– Ponte ahí, Alejandro, para tomarte una foto. ¡Vamos! – Como cualquier madre quien estaba

orgullosa de sus hijos, Anastasia ocupó su tiempo en tomarle fotos con su teléfono.