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¿Tuvimos un hijo

Capítulo 261
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Helen decidió llamarlo por su cuenta. Era sábado, por lo que Elías estaría en su casa. Por su parte, él

se encontraba en su mansión, relajándose después de una videoconferencia, cuando su teléfono

sonó. Lo inspeccionó y se dio cuenta de que era Helen, por lo que contestó: —Hola, Helen. —Elías,

¿recibiste mi collar? —habló Helen en un tono dulce y feliz. —Sí, lo recibí. —¿Te lo podrías poner, por

favor? Es para prevenir la mala suerte —pidió Helen. —¿Qué ocurrió? —preguntó Elías, preocupado,

pues era humano, después de todo. —Me leyeron las cartas hace poco y la adivinadora me dijo que

mi Mercurio está retrógrado, por lo que el hombre que amo debe usar el collar al mismo tiempo para

que la mala suerte se vaya. Elías, ¿podrías ponértelo por un mes por mí? —pidió Helen, sin olvidarse

de añadir: —Por favorcito, te lo ruego mucho, mucho. —Puedes dejar el collar conmigo por un mes,

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pero no estoy acostumbrado a esta joyería —dijo Elías, frunciendo, pues era obvio que él no creía en

tales supersticiones. —Entonces, ¿qué te parece tres días? Solo úsalo por tres días. Incluso uno

bastaría. Por favor, Elías. Me he sentido muy enferma estos días. Ayer me lastimé mi dedo con la

puerta del carro y ahora mi pancita me duele —comentó Helen, contando todos sus infortunios. —

Bueno, cuídate, entonces. Guardaré tu collar y te lo regresaré en un mes. —Sin importar nada, Elías

no se lo pondría, pues no quería que Anastasia lo viera. —Oh, está bien. Entonces, ¿puedes invitarme

a salir esta noche? —Helen actuó afectada por su decisión, pues se dio cuenta de que él no lo

utilizaría, sin importar cuanto rogase. —Estoy ocupado esta noche. Tengo una junta —rechazó Elías

sin pensarlo dos veces. —¿Y cuándo estarás disponible? Te extraño tanto —lloriqueó Helen como una

esposa ignorada. —Helen —comenzó Elías, frunciendo con más preocupación. —No pierdas tu

tiempo conmigo. Deberías salir más. Conoce nuevos amigos. Encuentra a un hombre con el que

quieras pasar el resto de tu vida. —No, Elías. Tú eres el único al que quiero. Nunca seré capaz de

amar a otro hombre que no seas tú —exclamó Helen su amor, como si algo la hubiera poseído. Elías

se frotó la frente cuando la escuchó. Estaba angustiado por completo por la obsesión de Helen. —

Helen, estoy un poco ocupado. Hablaremos de esto en otro momento. No quiero alejarte de tu propia

vida. —Está bien. Esperaré, así que llámame —dijo Helen, queriendo que se lo prometiera. —Claro.

Te llamaré cuando esté libre. Elías colgó después de eso. Una vez terminó la llamada, Helen jadeó un

poco, sentada en el sillón. Confesó su amor por Elías tan abiertamente. Sin importar si él la rechazaba

o no, ella debía asegurarse de que sería suyo al final. Después de todo, era un hecho de que utilizó el

cuerpo de Anastasia para dormir con él. En la impredecible industria del comercio, una guerra

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comenzaba todos los días. En ese momento, Heriberto estaba sentado en su oficina con su rostro

palidecido por completo. Su compañía también sufrió el destino de ser adquirida por alguien más, ese

alguien siendo el Grupo Palomares de fama mundial. Ojo por ojo. El Grupo Palomares adquirió su

compañía de forma maliciosa, tal y como había hecho él con la Constructora Torres. —Debe haber

alguna razón por la que el Grupo Palomares se enfocó en el negocio de los materiales de construcción

del país. Vayan y averígüenlo. Quiero respuestas —ordenó Heriberto a sus hombres. Su sangre hervía

mientras sus gordas mejillas se enrojecían. —Si me quedó fuera del negocio por tu culpa, Torres, me

aseguraré de arrastrarte conmigo —juró Heriberto con hostilidad mientras maldecía. Era obvio que no

era un hombre decente, sobre todo cuando se tenía en cuenta el lugar que ocupaba en la actualidad.

Cuando el lunes llegó, Anastasia se dirigió a su oficina, como era usual, después de dejar a Alejandro

en la escuela. Mientras conducía, recibió una llamada de Miguel, quien le preguntó si quería almorzar

juntos. Ella contestó que sí, después de todo eran amigos y los amigos se veían para conversar.

Durante el almuerzo, Anastasia no mencionó a Miguel lo que casi ocurrió con la compañía de su papá.

Solo hablaron de Alejandro y de los inconvenientes en el trabajo.