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¿Tuvimos un hijo

Capítulo 228
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— ¿Ray no te está esperando abajo?—preguntó Anastasia. —Le dije que se fuera—Elías se recostó

en su sillón y talló sus ojos mientras hablaba. —Mira lo cansado que estás. ¿Y si la próxima vez vas a

casa en vez de venir acá?—dijo Anastasia molesta. —Duermo como un bebé cuando estoy aquí. No

es como si pudiera dormir en casa de todos modos—dijo Elías con una voz rasposa. Estaba por

caerse dormido en el sillón Anastasia vio su larga figura acurrucada en el sillón y sintió pena por él.

Mordió su labio y expresó: —Puedes dormir en mi cama, Elías. Elías se giró y la vio a los ojos con

una sonrisa que se clavó en su mirada. — ¿De verdad quieres me dejarías? Anastasia evitó su

mirada y accedió. —Hazlo antes de que cambie de parecer. Elías se levantó y caminó hacia su

habitación. Luego dijo en voz baja: —No dejes que otro hombre entre a tu casa nunca, mucho menos

a tu habitación. —Métete en tus asuntos—ella estaba en el marco de la puerta cuando le respondió.

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Elías se quitó los zapatos antes de entrar a la cama. Después se puso cómodo y dijo: —No te

preocupes por mí, Anastasia. Es sólo que aún no lo admites. —Déjate de tonterías si quieres ir a

dormir—ella apagó las luces y cerró la puerta. Ella se fue al cuarto de su hijo después de eso. El niño

parecía estar dormido. Anastasia se hizo un espacio a lado de él y en la oscuridad comenzó a pensar.

«¿Me importa él? No, claro que no. Sólo me dio lástima. Es mi superior después de todo y él cuidó de

Alejandro.» Mientras Anastasia buscaba más excusas, pronto se cansó de ello y se fue a dormir. A la

mañana siguiente, el pequeño niño despertó primero. Cuando vio a su madre dormir en su cama se

quedó confundido. Pareció haber pensado en la razón de ello, por lo que bajó de la cama y abrió la

puerta. Entonces vio a una figura inusual en el sillón y chilló de felicidad. —Señor Palomares, ¿se

durmió en nuestra casa anoche? —Sí. ¿Ya despertó tu mamá?—Elías sonrió. —Sigue durmiendo. —

Deja que duerma entonces. Te llevaré a la escuela—Elías sabía que había interrumpido sus planes

anoche. El niño estaba emocionado, pues le gustaba cuando Elías lo llevaba a la escuela. Se puso su

uniforme escolar, cargó su mochila y salió. Elías tomó las llaves del auto en la mesa, junto con un

almuerzo que contenía pan de grano, el cual Ray le había traído esa mañana. —Señor Palomares, ¿le

consiguió desayuno a mi mami?—éste se dio cuenta del almuerzo en la mesa. — ¡Vámonos! Te traje

algo para comer en el auto—Elías sonrió antes de acariciarle la cabeza. Anastasia despertó de golpe.

Cuando se dio cuenta que su hijo no estaba y tampoco las cosas de él, supo que alguien lo llevó a la

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escuela. Le tomó unos segundos a Anastasia volver en sí, luego bajó de la cama y se aseó. Al salir

quedó impresionada cuando vio el almuerzo en la mesa. Pensó que se había vuelto loca. Juró no

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acercarse a él, pero falló. ¡Por desgracia! Ella degustó su desayuno preguntándose si aquel hombre

había desayunado. Recibió una llamada del agente de la concesionaria comentándole que podía ir por

su auto después de las 10 de la mañana. Anastasia llamó a Fernanda y ella le dijo que fuera en

camino para acompañarla por su auto. Anastasia se preocupó por no ser capaz de conducir en el

camino, por lo que le pidió a Fernanda que estuviera con ella cuando le tocara conducir de regreso.

Había terminado la llamada cuando escuchó el tintineo de unas llaves afuera de su casa. Elías había

regresado. Anastasia habló: —No tienes que llevarme al trabajo hoy. Me tomaré la mitad del día hoy.

Voy por mi auto. —Iré contigo—Elías levantó una ceja mientras caminaba con gracia. —Está bien.

Fernanda irá conmigo. Puedes concentrarte así en el trabajo—Anastasia había cambiado sus ropas.

Se puso una blusa blanca con unos pantalones de mezclilla. Era práctico y tenía estilo. Para ella entre

más sencilla fuera su paleta de colores, más hermosa se vería.

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